La estimulación del lenguaje en casa

estimulación del lenguaje

Cuando un logopeda comienza un tratamiento para trabajar el lenguaje de un/una niño/a, una de las primeras cosas que queremos que los padres entiendan es que el tiempo que tenemos en las sesiones de tratamiento es limitado, dos o tres sesiones de cuarenta y cinco minutos semanales; y que este tiempo no es nada en comparación con el tiempo que pasan ellos con los niños. Esto quiere decir que el tiempo que pasan en familia pasa a ser un punto clave para una buena estimulación, y que llevando a cabo ciertas pautas, el desarrollo del lenguaje de su hijo/a evolucionará de forma mucho más positiva.

Una de las principales cosas que debemos entender es que el aprendizaje del lenguaje es algo que necesita del interés del niño. Esto significa que si nuestro hijo/a tiene interés por las motos y yo me empeño en hablarle de coches, seguramente no nos preste atención y no sea capaz de mantener una conversación sobre ello. Pero en cambio si le hablásemos de motos, seguramente nos dijese de qué color le gustan más, el sonido que hacen, que se necesita casco para montar, que tienen un pito… Siempre y cuando queramos estimular el lenguaje es necesario e imprescindible que el niño está interesado.

Otra de las cosas a tener en cuenta es que el niño aprenderá el lenguaje imitando el modelo que le demos. Es decir, si las frases con las que nos dirigimos al niño no tienen una estructura gramatical correcta, no están bien pronunciadas o usamos palabras como “esto, eso” en lugar del nombre correcto, el niño aprenderá en base a esos modelos: sus frases serán incompletas, no pronunciarán correctamente o no aprenderá vocabulario suficiente. Y pensando en esto, ¿qué creéis que aconsejamos a los papás y mamás que nos preguntan qué pueden hacer para que su hijo/a grite menos? Efectivamente, si no hay otro problema que lo justifique, la primera pauta es que ellos mismos bajen el volumen de su habla en casa, aunque su hijo/a esté gritando.

Hay que pensar también que cuando queremos que un niño aprenda vocabulario o mejore su lenguaje en general, su aprendizaje será mucho mayor si conlleva una vivencia. Es decir, si yo quiero que aprenda el nombre de los alimentos, será mucho más fácil si lo estimulamos por ejemplo yendo a la compra y haciéndolo partícipe de la actividad. Si yo le pido que coja los plátanos, tendrá que hacer el esfuerzo de recordar qué son los plátanos (trabajamos el concepto de plátano), tendrá que encontrarlos entre la demás fruta (trabajamos discriminación visual y atención) y tendrá que coger una bolsa y echar los plátanos (trabajamos la memoria de trabajo y secuencial). ¿No os parece alucinante la cantidad de cosas que podemos trabajar con solamente una actividad? Pues imaginaos si además mientras lo lleva al carro vamos hablando con él de que el plátano es una fruta, que es amarillo, alargado y de sabor dulce (aquí ya trabajaríamos casi todos los niveles del lenguaje). Y esto es extrapolable a la mayoría de actividades de la vida diaria, el baño, la limpieza, ir al colegio… Os animo a que lo pongáis en práctica.

Ya para terminar, lo más indispensable que hay para que el lenguaje se estimule es…  QUE HAYA LENGUAJE. Muchas veces, con el ritmo de vida tan alto que llevamos, se nos olvida compartir ideas con los niños. Debemos hablarles más, sobre todo de lo que vamos haciendo y de lo que está pasando. Así que, manos a la obra y… ¡HABLEMOS!